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LA CIUDAD DE LAS AMIGAS
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Mi cuerpo es un campo de cultivo

Publicada el 12 12Europe/Madrid junio 12Europe/Madrid 201813 13Europe/Madrid junio 13Europe/Madrid 2018

Hace tiempo me llegó un libro precioso y muy interesante de un colectivo de mujeres francesas titulado “Mi cuerpo es un campo de batalla”. Tiempo más tarde, me compré un cuaderno precioso, forrado de tela, decoré la primera página con motivos naturales y lo titulé: “Mi Cuerpo es un Campo de Cultivo”. Jamás escribí nada en él. Ahora veo que fue una metáfora, una manera de plasmar mi silencio ante la intuición clara de concebir mi cuerpo como un campo de cultivo pero sentirme incapaz de encarnar estas hermosas palabras.

He vivido muchos años mi cuerpo como un campo de batalla. Sé que la mayoría de nosotras vive su cuerpo en pie de guerra. Mi cuerpo convertido en territorio de fuerzas contrarias, de guerras campales entre mis deseos, mis imaginaciones y mis percepciones más o menos reales. La imagen especular que me devolvía el espejo era siempre insuficiente. Mi territorio estaba invadido por las imágenes de perfección que he ido interiorizando de la cultura y el mercado patriarcal, pero también de mis ensoñaciones sobre cómo debería ser el cuerpo que me contiene. Como si mi personalidad pudiera cambiar al cambiar mi cuerpo o como si mi identidad pudiera brillar más si mi cuerpo hubiese sido otro.

Es sorprendente hasta qué punto nuestra identidad imaginaria va a la par de un cuerpo que no es el nuestro, que es el de otra fantaseada. Hasta qué punto nos aniquilamos, nos amputamos, nos herimos y nos maltratamos. Es sorprendentemente triste el nivel de violencia hacia nuestros cuerpos, palabras que nos hieren, palabras que nos merman, que nos hacen entristecer, maneras de mirarnos que nos obligan a “trabajarnos” a quemarnos, a amputarnos, a desear que nos corten, que nos rajen, a desear que nos cambien…

Cómo llegamos a hablarnos despreciando una parte de nosotras, una parte que, sin embargo, no puede ser buena o mala, sino, simplemente, una parte que hace su función: una piel que nos protege, un rostro que nos identifica, unas manos que nos expresan, unos pies que nos sostienen, unas caderas que nos dan estabilidad, unos pechos que alimentan a nuestros hijos e hijas y que son fuente de placer. Un vientre que nos ayuda a hacer la digestión, que es capaz de albergar vida y muerte, que es capaz de contener y hacernos sentir nuestras emociones más valiosas, un pecho que nos da la vida, que late, que nos respira.

Y en vez de enseñarnos a conectarnos con la belleza cruda y verdadera de la vida, esa belleza que somos capaces de ver cuando miramos por primera vez, cuando nos damos permiso para maravillarnos, para descubrir la novedad, la sorpresa… en vez de eso, nos han silenciado. Y el vehículo, la coartada, ha sido aprender a odiar nuestro cuerpo. Estándares de belleza castradores, reyes de un discurso que nos ha enseñado las palabras que nos fragmentan, nos amputan y nos debilitan.

Nuestro cuerpo ha sido silenciado de mil maneras, nuestro cuerpo ha sido olvidado, desechado, arrojado al mundo de los despojos porque era y es la manera de aniquilar nuestro poder más precioso. Pero el cuerpo es nuestro ser presente, la encarnación de nuestro yo, de nuestra singularidad hecha realidad. Y cada milímetro de nuestro cuerpo es reflejo de nuestra historia, de nuestra genealogía, de nuestro legado, de nuestra animalidad y de nuestros deseos más elevados. Cada milímetro de nuestra piel contiene nuestra respiración, está conectada con el entorno, cada milímetro percibe, siente, piensa. Cada célula es nuestro yo, nuestra verdad, nuestra singularidad. Cada forma, cada recoveco, cada lunar, cada surco y cada hueco, cada uno de nuestros poros, de nuestros órganos, de nuestras lubricaciones más tiernas y salvajes es una expresión de nosotras.

Hasta que no he sido madre no he podido comprender la magnitud de la idea de que cada parte del cuerpo posee una pequeña parte de nuestra historia de vida, que cada parte contiene experiencias, anécdotas, curiosidades, deseos, improntas y todo le confiere su forma particular. Y lo he comprendido al verme el vientre; un vientre que no volverá a ser el mismo después de contener a K. Y lo miro y me encanta, así abultado, con esa forma redondita. Me encanta recordar que allí estuvo, que allí creció, que allí pasó por su mini historia de la humanidad, de renacuajo a animal salvaje y tierno, a ser humano.

Y ahora me pregunto cómo podría desear que mi vientre fuese de otro modo, porque sería como desear no haber sido madre. Y entonces veo lo mismo con mis caderas, con mis pechos, con mi rostro, con mis brazos, mi culo, mi vagina, mis piernas, mis pies y mi todo. Cómo puedo desear que sean de otro modo, si encarnan una preciosa doble información: la percepción de lo que me ha rodeado y la configuración de lo que he ido siendo en forma de palabra, emoción y materia.

Y nos veo así cuando nos miro amigas. Cuerpos-mapas de los territorios que hemos transitado, de lo que nos ha salido bien y de lo que nos ha salido mal. De lo que deseábamos y de lo que fue. De lo que nos sorprendió pero nos pasó, de los golpes de suerte, de los tropiezos. De todo lo que hemos hecho por nosotras mismas y de todo los que nos legó el linaje de nuestra madre.

Somos un cuerpo porque contenemos el tiempo de nuestra historia. Un cuerpo histórico, un cuerpo-tiempo, un cuerpo que es una línea finita.

Así que nuestro cuerpo es nuestro campo para cultivar nuestras palabras más preciosas, nuestra mirada más amorosa hacia nosotras mismas. Para cultivar una nueva manera de hablarnos que cambie de verdad nuestra relación con nosotras mismas y con el mundo que nos rodea. Para añadir miradas que sumen.

Creo de verdad que ésta es una gran manera de contribuir al fin del patriarcado. Habitando nuestros cuerpos hasta el último milímetro y la última célula. Que no quede ni un espacio para ocupar, para avasallar, para anular. Ni un espacio para la guerra.

Mimarnos es permitir que suceda aquello que hemos sido, somos y seremos y aceptar los límites de nuestros deseos.

Queridas, nuestro cuerpo-tiempo es el devenir constante de la vida. Y no se puede parar, es el río desbocado del tic tac de lo que sucede. Es espacio sagrado. Mirémoslo como una expresión profundamente clara de tierra de cultivo y recolectemos lo que con tanta dedicación y perseverancia nos ofrece cada día.

Gracias, por ser espejos y por trazar nuevas rutas.

*El libro que he citado al principio es del Colectivo Ma Colère “Mi cuerpo es un campo de batalla”, Ediciones La burbuja, 2007. Es un bonito libro que apropia y encarna palabra.

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9 comentarios en «Mi cuerpo es un campo de cultivo»

  1. María dice:
    13 13Europe/Madrid junio 13Europe/Madrid 2018 a las 00:34

    Maravillosa, sugerente, llena de verdad y radiante de energía, como siempre.

    Me voy a dormir con este bonito pensamiento sobre nuestros cuerpos.

    Responder
    1. La ciudad de las amigas dice:
      13 13Europe/Madrid junio 13Europe/Madrid 2018 a las 00:41

      Qué bonito mensaje, María. Y qué bien que mis palabras nos sirvan para estar cerca, justo antes de irnos a la cama…

      Responder
  2. Ana dice:
    13 13Europe/Madrid junio 13Europe/Madrid 2018 a las 09:35

    Mujer inspiradora. Maravilloso texto! Gracias por tus palabras Adri!

    Responder
  3. Mònica dice:
    14 14Europe/Madrid junio 14Europe/Madrid 2018 a las 07:31

    De hecho, lo único que tenemos es nuestro cuerpo y su tiempo. Bonito y esclarecedor escrito amiga.

    Responder
    1. La ciudad de las amigas dice:
      27 27Europe/Madrid junio 27Europe/Madrid 2018 a las 23:42

      Tenemos cuerpo, tiempo… y amigas 😉

      Responder
  4. Empar Santacreu dice:
    17 17Europe/Madrid junio 17Europe/Madrid 2018 a las 13:45

    Escribes, describes, creas tan hermoso que leerte es un placer que sabores lentamente. Cada pensamiento penetra en mi ser abriendo nuevas ventanas en la mente, el paisaje vital sé hace más variado, colorido y nace una nueva perspectiva amorosa desde la que dibujar el día a día. Imagino, revivo, abono y riego la historia de mi campo de cultivo, libre de batallas. Gracias!!!

    Responder
    1. La ciudad de las amigas dice:
      27 27Europe/Madrid junio 27Europe/Madrid 2018 a las 23:46

      Querida Empar, mil gracias por tus bellas palabras. Te agradezco muchísimo tu retorno, saber que me lees y que mis palabras rozan, de alguna manera tu piel. Las escribo con ese deseo de acariciar y de poder sembrar una sensación de calidez, que tanta falta nos hace, en este momento actual, en el que nos rodea tanto dolor y tanta aspereza. Es precioso ver cómo nos mimamos. Gracias a ti

      Responder
  5. MONA BELIZAN dice:
    18 18Europe/Madrid julio 18Europe/Madrid 2018 a las 11:18

    Sin palabras Adriana porque ya las has dicho todas tú.
    “Mi cuerpo es un campo de cultivo” me parece un hallazgo bello y profundo a la vez que cierto y esencial.
    Gracias!!!!

    Responder
    1. La ciudad de las amigas dice:
      15 15Europe/Madrid agosto 15Europe/Madrid 2018 a las 11:00

      Muchas gracias Mona, a ti te debo gran parte de los aprendizajes que han abonado este cuerpo <3

      Responder

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